jueves, 24 de noviembre de 2011

Adiós a un espíritu rebelde y creativo

Fuente: Pagina 12
 Por Luis Paz
La escena musical final de Horacio “Gamexane” Villafañe mantuvo el sino que marcó al músico fallecido ayer por la madrugada a los 48 años: la prepotencia musical de tocar bajo cualquier condición. La situación sanitaria del guitarrista, insigne músico de la gesta del under y eje de bandas centrales del punk, el postpunk, el hardcore y el mestizaje locales, no era promisoria: “Venía mal desde los shows de Todos Tus Muertos en Costa Rica y Panamá. Le daban vahídos, desvariaba, pero no quería frenar. El 5 de noviembre tocábamos en México, en el festival Rock para los Dioses. En el camarín, escupió sangre y nos asustamos mal. No podía mantenerse en pie, pero quería tocar igual. Llamamos a los médicos, lo medicaron y lo llevamos a una clínica, aunque insistía con tocar porque había mucha gente esperando. Estuvo internado 40 horas hasta que nos dijeron que no podían hacer más y nos recomendaron traerlo”, le explicó a este diario Mundy Epifanio, el manager de ese grupo y un bidecano amigo de Gamexane, con la noticia liberada de que Villafañe había fallecido durante la madrugada del miércoles, luego de varias hemorragias digestivas, en el Sanatorio Güemes.
Como hijito adolescente de un matrimonio de San Isidro, Horacio tuvo su revelación temprana a mediados de los ’70 en San Bernardo, a través de un DJ de la disco Sobremonte que solía permitirles a los interesados quedarse luego del cierre, escuchando música y hablando sobre ella. “Un día puso ‘De nada sirve’, de Moris, y dije: ‘¡Guaaauuu!’. Lo tomé como el Gran Tema del Rock: está diciendo miles de cosas a la vez, todas muy profundas. Hay toda una cuestión existencial, de la soledad, ante un estado general de mierda y aburrimiento, cosas a las que el punk rock también les dedicó letras. Soy libertario y anarquista, pero me gustaría ser presidente para cambiar el Himno y que el nuevo sea ‘De nada sirve’”, escribió Gamexane sobre aquella epifanía a mediados de año en la sección Fan del suplemento Radar, en la que músicos escriben sobre sus canciones favoritas (Página/12, 12-6).
En otras vacaciones, también costeras (Mar de Ajó, 1979), conoció la realización estética de una ética de la que se apropiaría: el punk encarnado en “God Save the Queen”, de Sex Pistols, salía de una fonola de un local de flippers y retumbaría incesante en él hasta meses después, cuando su fe recalaría en Los Laxantes, su primera banda punk. Debutaron a fines del ’79 en Abba Café Concert, del actor Esteban “Profesor Lambetain” Mellino, en otra página anecdótica de tantas que hablarían de Villafañe en una eventual Enciclopedia del Rock Argentino. El grupo duró hasta 1982, cuando a él y a su colega Pablo Esau les tocó la colimba. Pero antes, en julio del ’81, hicieron historia en un show junto a Los Violadores, Trixy y la Rosanroll Band en la Universidad de Belgrano, que se señala como “el primer festival punk” de acá. El mismo Rosanroll, Eduardo Camilli, conocido entonces como plomo de Pappo, Spinetta y Nebbia, denunció lo ocurrido en el número de octubre de ese año de Expreso Imaginario: “Durante la actuación de Los Violadores, había una barrita punk dirigida por el guitarrista de Los Laxantes (Gamexane, claro), que se pasó quemando papelitos, insultando a las rockeras y pegando patadas a los rockeros de Belgrano”. Hubo sillazos, piñas, 33 detenidos y el desembarco de la prensa escrita de espectáculos, que llevaría a Los Violadores y al punk a sus tapas.
En la primera mitad de los ’80, interrumpido e incentivado por el servicio militar, Villafañe cultivó su cultura punk incluyendo en el hacelo vos mismo una militancia de organización y autogestión que tomaría forma en una cooperativa de músicos independientes, y cosechó historias, bandas, colaboraciones y notas en fanzines punktivistas. Amplió sus bases de postpunk con Wire (el estado en su perfil de la red social MySpace sigue comentando “Feliz por haber conocido a Wire”), P.I.L. y Killing Joke, ganó en devoción por Adrian Belew, Ace Frehley, Pappo, Ritchie Blackmore y Joe Strummer, y recorrió todo espacio del momento. No siempre glorioso: “Che, Gamexane, ¿a quién le ganaste? Si en el Parakultural vos cobraste”, versa “Guacho pulenta”, canción de Comando Suicida dedicada por esos años a este revoltoso que pronto daría forma a cinco grupos consecutivos casi al punto de lo paralelo. Armó Control, breve ensayo de postpunk con Esau; Pyscho y el drama de las Tres Cruces, con su amigo bajista y compañero de grupos Félix Gutiérrez; y Todos Tus Muertos, la banda en la que se cristalizó toda su vida, pero también una época y su filosofía. Y participó de La Sobrecarga, grupo experimental a su modo, surgido de las entrañas de Trenque Lauquen, que llegó a telonear a The Cure en Ferro (en la noche mítica de 1987, plena de represión) y aportó músicos a las primeras formas de Las Pelotas y Divididos; y siguió creando Los 7 Delfines con Richard Coleman.
A aquellos días apelaba ayer Ariel Minimal, ya difundida la noticia, en su perfil de Facebook: “En un show de Todos Tus Muertos, allá por el ’85 en el Centro Cultural San Martín, empecé a ser quien soy. Antes era el que quisieron mis viejos, el que enseñaron los curas del colegio, un nenito de 14 o 15 años con ropita M57 y jabón en el pelo. Todos los demás se me antojaban peligrosos, oscuros, exóticos... libres. Por algún motivo que desconozco o quizás intuyo, pues Horacio podría haber sido el guitarrista de Los Fabulosos Cadillacs y de El Siempreterno (tareas que recalaron en Minimal), él siempre fue picante conmigo. Y está bien, nunca esperé menos de un punk. Buen viaje”, saludaba. Y si lo de Minimal no basta para ver a un Gamexane completo, más que conocido también como tipo de trato difícil, cuando no jodidísimo, pero entregado a hacer y hacer (en la última década colaboró con multitud de grupos, los produjo y ayudó a publicar, además de reunir a Todos Tus Muertos y La Sobrecarga y retomar antiguos proyectos que han quedado inéditos, como un disco de Los Sedantes con Sergio Rotman y Midnerley Acevedo de Mimi Maura), por ahí se consiguen libros de reciente edición que fundamentan su importancia como guitarrista de relevantes bandas de esas tradiciones: Derrumbando la Rosada y Gente que no, dos volúmenes de ensayos de periodistas y músicos sobre el punk argentino entre el ’78 y el ’88, y sobre los iconoclastas del post punk y el rock gótico local.
Y también, dos entrevistas que curiosamente fueron publicadas en días consecutivos en este diario. Una sobre Todos Tus Muertos, banda fundamental del mestizaje y la mixtura local del punk rock con la cumbia y el reggae, en su regreso discográfico con Crisis mundial (suplemento NO, 8-4-10); y otra sobre el retorno de La Sobrecarga (en esta sección, 9-4-10). En la primera, Villafañe aportaba un último autodefinido: “Yo amo esto que hago. Ese es el objetivo: ser nosotros diciendo lo que queremos decir. Mi intención es descargar, como me sucedía en la época de los militares, cuando vi que el rock local había perdido su espíritu rebelde de sus inicios y generé mi propio espacio de música y denuncia con sentido. Para eso estamos. Por lo demás, aún falta mucho por recorrer”.